domingo, 6 de mayo de 2012

Querido hijo

El día que me veas mayor y ya no sea yo, ten paciencia e intenta entenderme. Cuando, comiendo, me ensucie; cuando no pueda vestirme, ten paciencia. Recuerda las horas que pasé enseñándotelo hace unos años cuando eras un crío.
Si, cuando hablo contigo, repito las mismas cosas mil y una veces, no me interrumpas y escúchame; cuando eras pequeño, a la hora de dormir, te tuve que explicar mil y una veces el mismo cuento hasta que te entraba el sueño. Te encantaba aquel cuento...

No me avergüences cuando no quiera ducharme, ni me riñas; recuerda cuando tenía que perseguirte y las mil excusas que inventaba para que quisieras bañarte.
Cuando veas mi ignorancia sobre las nuevas tecnologías, te pido que me des el tiempo necesario y no me mires con tu sonrisa burlona.

Te enseñé a hacer tantas cosas... comer bien, vestirte... y, sobre todo, como afrontar la vida. Muchas cosas son producto del esfuerzo y la perseverancia de los dos.
Cuando en algún momento pierda la memoria o el hilo de nuestra conversación, dame el tiempo necesario para recordar; y si no puedo hacerlo, no te pongas nervioso, seguramente lo más importante no era mi conversación y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas.

Si alguna vez no quiero comer, no me obligues; conozco bien cuando lo necesito y cuando no.
Cuando mis piernas cansadas no me dejen caminar, dame tu mano amiga, de la misma manera en que yo lo hice cuando diste tus primeros pasos.

Y cuando algún día te diga que ya no quiero vivir, que quiero morir, no te enfades; algún día entenderás que esto no tiene nada que ver contigo, ni con tu amor, ni con el mío. Intenta entender que a mi edad ya no se vive, si no que se sobrevive.
Algún día entenderás que, pese a mis errores, siempre quise lo mejor para ti y que intenté preparar el camino que tú debías hacer.

No debes sentirte triste, enfadado o impotente por verme de esta manera. Debes estar a mi lado, intenta comprenderme y ayúdame como yo lo hice cuando tú empezaste a vivir, a sonreir, era tan bonito...
Ahora te toca a tí acompañarme en mi duro caminar. Ayúdame a acabar mi camino, con amor y paciencia. Yo te pagaré con una sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido.

Te quiero, hijo.
----------------
Buena carta que encontré hace tiempo por la nube, poco mas que añadir.

Nos vemos.

4 comentarios:

Si te lo tengo que explicar... dijo...

Magnífica. Gracias por compartirla!

Asier dijo...

Que menos que compartirla, en esta sociedad tan egoista que sólo te llama cuando necesita algo.

afca dijo...

hay cosas que se aprenden cuando ya es tarde, asi mismo me supe bien haberla leído,
saludos

Asier dijo...

Gracias afca, lamentablemente el ser humano sólo aprende con el tiempo y se da cuenta cuando suele ser demasiado tarde.

Un saludo